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R.A.I.N.: Un camino para aprender del fracaso

Nos movemos en una sociedad exitista y competitiva, donde el fracaso no tiene un espacio validado y permitido o a lo menos le damos una connotación negativa a estos resultados. Ignacio Martín Maruri (2017), experto en Liderazgo, plantea que en nuestra sociedad prevalece la idea que nos movemos en un mundo conocido, predecible y controlable donde el fracaso es probablemente indicador de algún tipo de incompetencia o de falta de virtud ética personal. No obstante, cada día nos enfrentamos a un escenario complejo, dinámico e incierto donde existen múltiples factores que pueden llevar a que una persona, con su mejor actitud y con todo el conocimiento disponible a su alcance, fracase. En este caso, el fracaso no se da por un tema personal, por falta de aptitudes o competencias, sino como algo ligado a ese contexto…aquí la urgencia de abandonar la idea del fracaso como algo de la persona. Esta idea abre la posibilidad de preguntarnos “qué cosa estamos haciendo aquí que ha generado un resultado inesperado y no deseado. Es decir, qué podemos aprender”.


El fracaso es parte esencial del aprendizaje, y no lo contrario. De hecho, si pensamos en las veces que hemos cometido errores conducentes a la derrota, probablemente las identifiquemos como los momentos en donde hemos obtenido más enseñanzas que cualquier éxito. El éxito solo demuestra que ya sabes, por lo tanto, no hay nada que aprender.

Las experiencias desafiantes son la única manera de desarrollar ciertas habilidades de afrontamiento y resolución de problemas. El cerebro se nutre de los desafíos, sobretodo en los niños, fortaleciendo las conexiones neuronales y favoreciendo la neuroplasticidad. Si sobreprotegemos a los niños de la adversidad, o evitamos las situaciones difíciles, podríamos incluso afectar el desarrollo cerebral, impidiendo que el cerebro se fortalezca, crezca y desarrolle nuevas habilidades.



En el caso de nuestra infancia, observamos que much@s niñ@s tienen miedo de fracasar y como padres nos duele verlos sufrir cuando algo no les resulta como esperan o quieren. Por ello, muchas veces los sobreprotegemos e intentamos restar importancia a los fracasos. No obstante, esto resulta contraproducente cuando estamos educando, ya que lo más probable es que la próxima vez que nuestr@s hij@s se enfrenten a una situación difícil, no se esfuercen tanto o se excusen poniendo las responsabilidades en otros, no dando espacio al aprendizaje y menos permitiéndose fallar. Naturalmente queremos nutrirl@s de buenas experiencias y que tengan éxito, pero ¿si reconociéramos el fracaso como algo inevitable, positivo y esencial para el aprendizaje? ¿Si naturalizáramos las equivocaciones desde pequeñ@s? ¿Si l@s ayudáramos a identificar lo que sienten cuando han fallado?


La ma/paternidad nos abre una oportunidad para plantearnos estos cuestionamientos y para darles otro lugar a las caídas; nuestr@s hij@s ávid@s de experiencias y aprendizajes, nos permiten cambiar la perspectiva del fracaso y darle un matiz desafiante y llamativo. De esta manera, cuando l@s niñ@s dejan de temerle y comienzan a verlo como una oportunidad de aprendizaje que conduce al éxito, éste se convierte en algo que hay que apreciar en lugar de temer o evitar.

Para lograrlo, l@s niñ@s necesitan un entorno: primero, que entiendan el fracaso como producto de múltiples factores (no sólo personal); segundo, donde se ofrezca seguridad, o sea, donde haya espacio y aceptación para la equivocación, las dudas o tener perspectivas distintas. Y tercero, un espacio que motiva ir más allá de lo conocido, donde tengan posibilidades de fracasar y aprender.

Ahora bien, incluso con estas estrategias, el fracaso todavía puede ser abrumador. Por ello, entrenar a l@s niñ@s (y a los adultos) para que adopten un enfoque consciente es clave para tratar cualquier gran emoción, como la tristeza o la ira. Las corrientes de auto-consciencia y meditación abren la posibilidad de reflexionar y ofrecen un camino para enfrentar aquellas emociones que nos resultan incómodas. Con la práctica, l@s niñ@s pueden aprender a responder a sentimientos fuertes sobre el fracaso en lugar de simplemente reaccionar. Entonces, ¿cómo l@s podemos ayudar a establecer una actitud más consciente, especialmente frente a la frustración?

Técnica de Mindfulness: R.A.I.N.


El término Mindfulness traducido al español se define como “atención plena”, es un estado de consciencia que supone darse cuenta de la experiencia presente con curiosidad, apertura a ella y aceptación. (Bishop et al., 2004). Éste puede ser practicado a través de distintas actividades y dinámicas experienciales, y una de ellas es R.A.I.N.

R.A.I.N. es una práctica transversal que puede ser experimentada por niñ@s y adultos, ya que es una forma sencilla de tomar consciencia de los diversos desencadenantes de nuestras propias reacciones emocionales, o sea, darse cuenta y aceptar nuestras emociones (Dejarse mojar por la lluvia – rain en inglés) Es otra manera de responder, “una forma más adaptativa por la que podemos encontrar mayor paz y liviandad. Podemos aprender a reconocer lo doloroso en lugar de huir de ello. (…) De esta respuesta consciente nacen nuevas soluciones”.


Los pasos son los siguientes:

R - Reconocer lo que está sucediendo, la sensación que está experimentando, darle un nombre si es posible. ¿Qué está sucediendo en este momento? ¿Cómo me siento? ¿Dónde lo siento en mi cuerpo?

Ejemplo: “Estoy muy enojado conmigo mismo por haber fallado en la prueba de lenguaje. Quiero llorar”.

A - Aceptación. Aceptar la experiencia tal como es. Puede ser algo muy desagradable pero es sólo una emoción y pronto pasará, no luchar contra eso. (“puedo permitir que los pensamientos o sentimientos estén aquí… incluso si no me gustan”).

Ejemplo: “Estoy loco y tengo ganas de llorar… es incómodo, pero puedo permitirme sentir así”.

I - Investigar con amabilidad el sentimiento. (“¿Por qué me siento así?” “¿Cómo se siente en tu cuerpo? ¿Dónde lo sientes más fuertemente? ¿Qué pensamientos te hacen sentir así? ¿He experimentado esta sensación antes?)

Ejemplo: “Creo que también estoy un poco decepcionado conmigo mismo… no sólo enojado. Me pregunto por qué. Tal vez sea porque creo que podría haber estudiado más”.

N - No identificarse. No te identifiques con esa emoción, eso no es lo que tú eres. Esa sensación desaparecerá. Puede que el enojo y/o la tristeza te afecten, pero esa emoción pronto pasará, no tienes que aferrarte a ella. Puedes acompañarlo con un mensaje autocompasivo, un abrazo “hacia dentro”).

Ejemplo: “Puedo sentirme enojado o decepcionado sin ser esos sentimientos. Soy más grande que como me siento en este momento”.


L@s invitam@s a experimentar esta técnica de manera personal, para luego compartirla con niñ@s y adolescentes; mientras más se practique, más capacidad irán adquiriendo para comprender lo que deben hacer para manejar sus emociones, en especial aquellas más difíciles asociadas al fracaso.

Referencias:

Martín Maruri, I. (2017) en “Los niños tienen que saber aprender del fracaso” Disponible en: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-ninos-tienen-saber-aprender-fracaso-201710201736_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.cl

Mindfulness: atención plena en educación infantil. Disponible en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/3498/349856003011/html/index.html

Práctica Mindfulness: RAIN. Disponible en: https://escuelatranspersonal.com/practica-mindfulness-rain/

Louick, R. “7 ways to teach kids failure is a great thing”. Disponible en: https://biglifejournal.com/blogs/blog/help-kids-overcome-fear-failure


*Imágenes recuperadas de pinterest.com

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