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¿Qué entendemos cuando hablamos de depresión?




La depresión es una de las enfermedades mentales con mayor prevalencia a nivel mundial. En Chile, su prevalencia es mayor que en otros países, alcanzando a un 17,2% de la población (Dagnino et al., 2017). La depresión, se considera como un problema grave a la salud cuando se mantiene en el tiempo y tiene una intensidad moderada o grave, pudiendo conducir al suicidio. MINSAL (2013), define a la depresión como “una alteración patológica del estado del ánimo, caracterizada por un descenso del humor que termina en tristeza, acompañado de diversos síntomas y signos que persisten por a lo menos 2 semanas”.


En el origen de la depresión interactúan factores genéticos como factores ambientales (Botto et al., 2014), y se manifiesta en cualquier etapa del ciclo vital; es decir, se puede desarrollar durante la infancia, la adolescencia o la adultez (MINSAL, 2013). Algunas personas pueden tener un único episodio de depresión en su vida, mientras que otras tienen varios episodios de depresión a lo largo del ciclo vital. Cuando no se cuenta con un tratamiento adecuado, la depresión puede llegar a la recurrencia, con tendencia a la recuperación entre episodios (MINSAL, 2013).


La depresión afecta el funcionamiento social e interpersonal de quien lo padece, así como también, su funcionamiento conductual y cognitivo. De esta manera, una persona con depresión puede tener dificultades para rendir de manera esperable en el colegio, en la universidad o en su trabajo. Y en casos de mayor gravedad, es posible que genere retraimiento social, incapacidad de levantarse de la cama, deseos de morir y suicidio consumado (MINSAL, 2013). Por lo tanto, la depresión tiene consecuencias importantes tanto para quien la padece, como para su círculo familiar y la sociedad en su conjunto, puesto que se asocia con otras enfermedades y es una de las principales causas de discapacidad en el mundo de acuerdo al número total de años de vida ajustados por discapacidad (Dagnino et al., 2017).



Algunos de los síntomas relacionados con la depresión son:


  • Síntomas afectivos: Alteraciones en el estado del ánimo, ánimo predominantemente bajo, tristeza, ganas de llorar, sentimiento de vacío, irritabilidad, pérdida de interés en actividades que antes resultaban placenteras, cambios repentinos en el estado del ánimo, entre otros. 


  • Síntomas cognitivos: Dificultades para concentrarse, problemas de atención y memoria, pensamientos negativos sobre sí mismo, autocrítica, sentimiento de culpa o inutilidad, desesperanza, ideas relacionadas a la muerte o al suicidio, entre otros.


  • Síntomas conductuales: Aislamiento, dejar de participar en actividades sociales, cambio en las conductas habituales, disminución del rendimiento (escolar, universitario o laboral), descuido de la higiene personal, lentitud al hablar, alteraciones en la marcha, agitación o lentitud motora, intentos de suicidio, entre otros. 


  • Síntomas físicos: Aumento o disminución del apetito y del peso corporal, aumento o disminución de las horas de sueño, fatiga, sensación de falta de energía, tensión muscular, entre otros.


Si bien las características de la depresión se asocian con las alteraciones en el ánimo, en la conducta y cambios a nivel cognitivo, los cuadros de depresión se presentan con características diversas en las personas (MINSAL, 2013). Es decir, dos personas que cursan un episodio de depresión, pueden tener una presentación con síntomas distintos. Es más, la psicopatología de la depresión no solo varía entre pacientes, sino que también los episodios de depresión que puede tener una persona a lo largo de la vida, también pueden ser diferentes (Botto et al., 2014). Por lo tanto, la heterogeneidad de la depresión reafirma la necesidad de que los diagnósticos y tratamientos se realicen centrados en la persona, considerando las distintas características que esta persona tiene y el contexto en el que se encuentra (Botto et al., 2014).


En relación a lo anterior, de acuerdo a Blatt, S. (1996), es posible distinguir dos tipos de estilos depresivos:


Estilo dependiente o anaclítico:


Las personas que desarrollan este estilo de depresión, suelen tener distorsiones en función de las relaciones interpersonales. Se caracterizan por la dependencia que generan hacia las relaciones que establecen, el miedo al abandono y el temor a sentirse desamparados, así como el deseo de ser amados, atendidos y protegidos. En este sentido, estas personas tienen la necesidad de estar cerca de otros para sentirse sostenidos y en calma, reforzando la dependencia hacia los demás para lograr la sensación de bienestar. Así, su autoestima se regula a través de si son queridos o no (Dagnino et al., 2018).


En general, cuando las personas con estilo dependiente desarrollan un cuadro de depresión, éste es detonado por duelo, abandono o rechazo, la pérdida de un ser querido, el término de una relación de pareja o de una amistad (Dagnino et al., 2018). La sintomatología que presentan, se acompaña de sentimientos de tristeza, soledad y desesperanza, además de frecuentes quejas somáticas, tales como taquicardia, presión en el pecho, cefaleas, problemas gastrointestinales, entre otros.


Quienes desarrollan depresión de tipo dependiente, presentan dificultades para expresar cuando están enojados, por miedo a perder el vínculo con las personas significativas, por lo que tienden a redirigir la rabia que experimentan hacia sí mismos para no poner en riesgo la relación con el otro/a. 



Estilo introyectivo o autocrítico:


Quienes presentan un estilo de depresión de tipo introyectivo, tienden a ser constantemente autocríticos y autónomos. Al mismo tiempo, se caracterizan por sus altos estándares de vida; se esfuerzan excesivamente por alcanzar la perfección, con una marcada autoexigencia para alcanzar sus metas. Este esfuerzo severo, suele venir acompañado de una sensación de no lograr cumplir con las expectativas que se les plantean, temor a la pérdida de aprobación de los otros y del reconocimiento. En este caso, la autoestima se regula de acuerdo a nivel de reconocimiento, admiración y respeto que reciben (Dagnino et al, 2018). Por tanto, usualmente, lo que provoca la depresión en este tipo de personas, se asocia a situaciones de humillación y fracaso que perjudica su autoestima. La depresión se tiende a experimentar por medio de autorreproches, sentimientos de inferioridad, fracaso y culpa (Dagnino et al, 2018).


Respecto a su vivencia emocional, las personas con predominancia de estilo autocrítico, suelen expresar la rabia desde el juicio y la crítica hacia sí mismos y hacia los otros. Por este motivo, las relaciones que establecen suelen ser ambivalentes, lo que a su vez incrementa los sentimientos de culpa y autocrítica. 


Independientemente del tipo de depresión que se experimente, ayudar a un familiar, a un amigo (a) o a una pareja que tiene depresión, sin duda es un gran desafío. Por esto, en un inicio, te recomendamos que, en un espacio tranquilo y sin interrupciones, puedas generar una instancia de conversación, en la cual le preguntes cómo se ha sentido en el último tiempo, promoviendo la expresión de sus emociones e ideas. Es importante que en ese momento, puedas escuchar a la persona de manera activa; es decir, con atención y comprensión de lo que está diciendo, demostrando empatía y validación emocional, sin emitir juicios de valor, sin comparar su vida con la de otros, sin dar consejos, ni minimizar lo que le ocurre. 


Durante la conversación, es fundamental consultarle por la presencia de ideas de muerte o intenciones de suicidarse. En caso de ser así, te recomendamos que puedan conversar abiertamente sobre el suicidio o las ideas de terminar con la propia vida, ya que hablar sobre estas ideas genera alivio, te permite identificar cuál es el riesgo y tendrás la oportunidad de actuar a tiempo. 


Finalmente, es necesario que frente a ideación suicida, se pueda contener emocionalmente, se brinde un espacio de confianza que favorezca la expresión emocional y que se active a la red de apoyo, involucrando tanto a sus familiares como a sus amistades. Es importante recordar que cuando una persona manifiesta ideación suicida, requiere apoyo de sus seres queridos y además en salud mental. Por lo tanto, después de escucharlo, validarlo y contenerlo emocionalmente, te invitamos a que puedas fomentar que consulte lo antes posible con un psicólogo o psiquiatra, e inicie un tratamiento que lo ayude a disminuir la sintomatología que presenta. En caso de que identifiques un riesgo de suicidio severo, es necesario que lo acompañes al servicio de urgencias lo antes posible. 





Referencias:


  • Blatt, S. (1996). Contribuciones del psicoanálisis al entendimiento y tratamiento de la depresión. Revista Mentalización.

  • Botto, A., Acuña, J. & Jiménez, J. (2014). La depresión como un diagnóstico complejo: Implicancias para el desarrollo de recomendaciones clínicas. Revista médica de Chile, 142(10), 1297-1305

  • Dagnino, P., Gómez, E., Gallardo, A., Valdes, C. & De la Parra, G. (2017). Dimensiones de la experiencia depresiva y funcionamiento estructural: ¿qué hay en la base de la heterogeneidad de la depresión?. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 26(1), 83-94.

  • Dagnino, P., Valdés, C., De La Fuente, I., Harismendy, M., Gallardo, A., Gómez , E. & De la Parra, G. (2018). Impacto de la Personalidad y el Estilo Depresivo en los Resultados Psicoterapéuticos de Pacientes con Depresión. Psykhe (Santiago), 27(2), 1-15.

  • MINSAL (2013). Guía Clínica AUGE. Depresión en personas de 15 años y más. Serie Guías Clínicas MINSAL, 2013. https://www.minsal.cl/portal/url/item/7222754637c08646e04001011f014e64.pdf



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