El duelo se puede entender como un proceso emocional que tiene lugar después de una pérdida significativa y que se manifiesta a través de una serie de patrones cognitivos, emocionales, afectivos y de comportamiento. El objetivo del duelo es aceptar la realidad de la pérdida y adaptarse al nuevo entorno.
Dar la noticia de la muerte de un ser querido a un niño/a, es sin duda algo complejo para los/as adultos/as, ya que, no resulta fácil poder buscar las palabras adecuadas para comunicarles a los niños/as lo ocurrido.
En los niños el duelo está determinado por su etapa evolutiva, su temperamento, el entorno social y la actitud de quienes lo rodean. Este es un proceso que requiere tiempo, es único, personal y dinámico.
La muerte en general es un tema que genera mucho tabú, llegando incluso a ser omitido de las conversaciones, por el sufrimiento que ocasiona el hablar de ello. Sin embargo, es necesario que los niños/as tengan conocimiento acerca de lo qué es.
Hay 5 elementos importantes a considerar de la muerte:
Es un proceso natural que experimentan todos los seres vivos.
Es universal, todos los seres vivos mueren en algún momento.
Es irreversible, aquello que ha muerto no va a volver a revivir.
Es incontrolable.
La manera de comunicarlo va a estar determinada en gran parte por la etapa de vida que esté el niño/a.
Existe un temor por parte de los/as adultos/as a transmitir la noticia, por lo que, en muchos casos se prefiere omitir y ocultar la información, por la idea errónea de que podemos evitarles el dolor. En este sentido, es importante dar cuenta que omitir la experiencia puede generar confusión, mayores complicaciones y llevarlos a experimentar un duelo patológico.
Es necesario tener en cuenta que no podemos apartarlos de un evento fundamental en sus vidas y evitarles todo el dolor. Además, este proceso será necesario para afrontar eventos que seguramente se verán expuestos de adultos.
Los niños/as en general, perciben el dolor de los adultos ante un episodio de duelo y tienden a responder de dos maneras: protegernos del dolor y evitando hacer preguntas por temor al daño. Lo anterior no significa que el niño/a termine con sus dudas respecto a la muerte, sino que, va surgiendo la necesidad de saber lo que pasó e intentarán buscar un momento para preguntarlo.
¿Cómo se percibe la muerte según la etapa evolutiva?
0 a 2 años: No hay una comprensión de lo qué es la muerte, esta es sólo una palabra. Por otro lado, son capaces de percibir la ausencia de la persona fallecida.
Se dan cambios en el entorno, en relación a las rutinas y están sensibles al estado anímico de los cuidadores
Atención a si las alteraciones en las rutinas se vuelven muy llamativas, si hay una pérdida de peso significativa, si se vuelve inconsolable, si muestra apatía o no recupera el patrón de sueño.
3-6 años: Existe la creencia de que la muerte es temporal y reversible.
Interpretan de forma literal cualquier explicación que se les dé sobre la muerte
Conductas para comprobar la realidad de la muerte, ansiedad de separación, pesadillas, sueño interrumpido, miedo a la pérdida. Atención a si estos signos no cesan derivando en incapacidad para reintegrarse a las actividades cotidianas, miedos incapacitantes, terrores nocturnos recurrentes, síntomas depresivos, entre otros.
7 años a 10 años: Existe conocimiento de la irreversibilidad de la muerte.
Alrededor de los 8 años en adelante son capaces de comprender que ellos también pueden morir.
Baja el rendimiento escolar, preguntas sobre la muerte, expresión emocional de enfado y confusión, problemas de concentración y atención. Atención a somatizaciones que no cesan, problemas en sus actividades cotidianas, incapacidad para reintegrarse al ámbito académico, problemas de concentración prolongado, miedos prolongados e impropios, regresión, incapacidad de separarse de figuras de apoyo.
¿Cómo podemos ayudar a los niños/as en un proceso de duelo?
No retrasar la noticia de fallecimiento: el ocultamiento de la información se basa en la falsa creencia de que los niños/as sufrirán menos o también porque el adulto no está preparado. Es importante informarles lo sucedido con un lenguaje claro que no dé paso a confusiones. Es importante que alguien cercano pueda darle la noticia.
Participación en los ritos funerarios: Es beneficioso para ayudarles a entender qué es la muerte y encontrar una forma de despedirse de la persona, esto también les ayuda a situar la muerte en un tiempo y espacio concreto. Si el niño quiere asistir al funeral, es importante explicar de antemano en qué consiste la ceremonia para evitar inseguridades o miedos, e intentar que el niño esté siempre acompañado. Si el niño/a no quiere acudir, tampoco se debe obligar.
Acompañar al niño en este proceso: Escucharle, abrazarlo y llorar con el niño/a, darle tranquilidad y seguridad, para que pueda adaptarse a la nueva situación. El hecho de tener a un adulto estable y sereno que atienda sus necesidades y le permita hablar de lo sucedido, es muy importante para avanzar en el proceso de duelo.
Ayudarlos para que expresen sus emociones: es necesario crear un clima que le permita al niño/a que sienta comodidad y confianza para hablar de sus preocupaciones libremente. Es necesario hacerles saber que pueden dialogar con nosotros y preguntar sobre inquietudes que tengan al respecto. Así mismo, validar sus emociones. En este sentido, hay que evitar frases como “no llores”, que solo hará que no se sienta validado.
Tener en cuenta sus derechos como niño/a en duelo: a tener sus propias emociones, a entender los motivos que han provocado la muerte del ser querido, a hablar de la persona fallecida, a sentirse molesto.
Buscar estrategias para la expresión de sus emociones en torno a la pérdida: cuentos terapéuticos, arteterapia, juego, escribir cartas, registro de emociones en un diario de vida, juego.
Permitir vínculos afectivos con el ser querido: tener objetos de la persona fallecida, escribirle cartas, ver fotografías, le permitirá sentirse unido a esa persona.
Recuperar la normalidad: Sobre todo, cuando los niños son pequeños, siempre que resulte posible, es importante mantener los hábitos, los horarios y las normas establecidas, para intentar mantener la continuidad y la estabilidad del entorno del niño.
No recriminar al niño sus respuestas ante la pérdida: puede que a momentos se visualice al niño/a triste en un momento, y al siguiente pueda estar jugando, riendo, como si no hubiese pasado nada. Esto es una respuesta adaptativa que encuentra el niño/a y es importante no recriminarle por ello, ya que, no quiere decir que ya no lo esté experimentando.
Referencias:
Arbizu, J., Kantt, M., & Cepeda, C. (2020). Los niños y niñas frente a la muerte y el duelo. Anuario de Investigaciones de la Facultad de Psicología, 5(7), 148-158.
Arce, I. G., & Pérez, A. B. (2019). El proceso de duelo: particularidades en la infancia y adolescencia. Cuadernos Monográficos de Psicobioquímica, 1(1), 5-11.
del Campo, F. M. L. (2016). Hablemos del duelo. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes, Alcobendas.
Díaz, P. (2016). Hablemos de duelo, manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Madrid, España: Fundación Mario Losantos del Campo. Recuperado de: http://www.fundacionmlc.org/uploads/media/default/0001/01/guia-duelo-infantil-fmlc.pdf
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