La mentalización es comprendida, según Fonagy, como la capacidad mental por la cual se puede comprender, de manera explicita e implícita, el comportamiento y los estados mentales, ya sean propios o de otros, en términos de deseos, pensamientos, necesidades, sentimientos y creencias (Labbé, 2019).
De este modo, “una capacidad de mentalización completamente integrada implica un equilibrio entre aquellos aspectos cognitivos y afectivos” (Labbé, 2019, p. 77). Así mismo, adquiere un nivel de importancia alto en el desarrollo de la persona por las cuatro razones siguientes (Labbé, 2019):
Permite que el infante pueda atribuirles un sentido a las acciones de otros, al relacionarlas con los pensamientos y deseos que se encuentran detrás de la conducta.
Permite distinguir la realidad interna de la externa, es decir, que el hecho de que cierta persona se comporte de una determinada manera, no quiere decir que la realidad es tal cual como aquel individuo la percibe.
La comunicación se vería altamente limitada al no tener una representación clara del estado mental de los demás.
Permite al individuo alcanzar un alto grado de intersubjetividad en la interacción con otros y darle mayor sentido a la propia existencia.
Con respecto al desarrollo de la mentalización, gran cantidad de evidencia afirma que cuanto más seguros sean los primeros vínculos y relaciones de apego, la capacidad de mentalización estará más desarrollada (Labbé, 2019). Por el contrario, un apego inseguro está relacionado con respuestas no contingentes ni marcadas frente a las necesidades expresadas por el infante, generando así una falla para internalizar los propios estados mentales y, por lo tanto, dichos estados mentales serán actuados más que meramente experimentados y representados.
En la medida que esto último suceda de forma frecuente, aumenta la probabilidad de generar una disfunción en la capacidad de mentalización, principalmente en el contexto de relaciones interpersonales más íntimas, produciendo un efecto destructivo en éstas relaciones, tales como conductas de desregulación emocional, un menor control de la atención y una mayor vulnerabilidad a eventos estresantes y traumáticos (Labbé, 2019).
En vista de la relevancia e impacto que tiene un buen desarrollo de mentalización, se recomiendan las siguientes estrategias para promover su desarrollo y estimulación en niños y niñas:
Establecer vínculos de apego seguro: Como se menciona anteriormente está demostrado que este es un factor relevante para el desarrollo de la mentalización. Para esto es necesario que los cuidadores estén emocionalmente disponibles y, respondan de manera sensible y coherente a las necesidades de el niño o la niña.
Fomentar el dialogo sobre emociones: El preguntarle en diversas situaciones cómo se sienten, ayuda a que los niños y las niñas puedan poner en palabras sus emociones y pensamientos, permitiéndoles conocer mejor su experiencia interna, lo que da paso a poder regularla de forma saludable.
Es relevante enseñarle a los niños y niñas que lo que ellos están percibiendo no siempre es la realidad completa, ayudándolos así a comprender que los comportamientos de otros están influenciados por sus propias emociones y pensamientos.
Promover espacios donde puedan hablar sobre por qué creen que otros, o ellos mismos, actuaron de cierta manera, para así ayudarlos a entender las diversas perspectivas y fomentar la empatía.
Apoyar la regulación emocional: Recordar que, en los momentos de desborde emocional es difícil mentalizar para un niño, por lo que es muy importante, enseñarles técnicas de regulación emocional, como diversos ejercicios de respiración, para así ayudarlo a identificar, tolerar y regular sus emociones.
Referencias
Labbé, N. (2019). Mentalización y psicopatología en el desarrollo infanto-juvenil. En Almonte, C. & Montt, M.E. (2019). Psicopatología infantil y de la adolescencia. (3ra ed., Cap. 7, pp. 76-82). Mediterráneo: Santiago.
Comments