El año 2018 la Organización Mundial de la Salud señaló que Chile es el país con mayor consumo de alcohol en Latinoamérica, con un consumo per cápita de 9,3 Lt. de alcohol al año. Somos una sociedad que promueve y normaliza el consumo, principalmente en festividades como las recientes Fiestas Patrias, donde compartir bebidas alcohólicas tiene un lugar protagónico y valorado socialmente.
Cuando una persona bebe en exceso (alcoholemia entre 2-4 g/l de alcohol en la sangre) se encuentra cursando una Intoxicación por alcohol (DSM 5). Estos episodios presentan graves complicaciones como los accidentes de tránsito, muchos de ellos con resultados fatales. El organismo comienza a presentar grave desrregulación emocional siendo factor de riesgo suicida, autoagresiones y/o agresión a otros. En muchas ocasiones, estos episodios generan graves conflictos interpersonales y familiares. Algunas personas presentarán este tipo de conductas de forma esporádica o durante un periodo limitado de tiempo, sin embargo, existe un alto porcentaje de la población que comenzará a prolongar y sostener el consumo.
Estas últimas personas desarrollan el Trastorno por consumo de alcohol (DSM V) el cual da cuenta de una dependencia biológica y psicológica hacia los efectos del consumo de alcohol. Esta dependencia irá generando progresivamente un deterioro y malestar significativo en la persona, invirtiendo mucho tiempo y recursos en actividades relacionadas al consumo de alcohol, presentado problemas en trabajo/estudios, en sus relaciones de pareja y/o familiares. Sin embargo, todas estas complicaciones no detienen la búsqueda y el consumo de alcohol por parte de la persona quien experimenta un deseo cada vez más persistente, el cual quiebra todos los esfuerzos por abandonar o controlar el consumo.
Este proceso de dependencia es muy particular en cada persona y estará influenciado por la genética, factores psicosociales y ambientales en los que se desenvuelva. Se estima que la vinculación patológica al alcohol evoluciona en un período de 5 a 15 años, momento en que será posible apreciar las alteraciones físicas y psíquicas más problemáticas a partir de la intoxicación prolongada. A continuación, detallaremos algunas de las etapas más frecuentes que atraviesan las personas a medida que su nivel de dependencia al alcohol aumenta:
1. Etapa Pre-Alcohólica: en esta etapa la persona consume alcohol principalmente como sustancia de alivio a sensaciones desagradables, como el estrés. No existe una percepción negativa del consumo. Paulatina y sutilmente, la persona irá aumentando la frecuencia y cantidad de sus consumos, lo que generará tolerancia, requiriendo cada vez más alcohol para lograr el efecto buscado.
2. Etapa Prodrómica: la sensación de embriaguez es buscada de forma más persistente y rápida, con deseos que se mantenga en el tiempo. La persona comienza a generar los primeros cuestionamientos a su consumo, los que generan vergüenzan y miedo a ser críticados, sin embargo, son rápidamente abordados por autoengaños, vale decir, conductas y creencias que permiten a la persona alcanzar la sensación de control sobre el consumo. Existen los primeros consumos solitarios o mentiras a pareja y familia respecto a cuánto alcohol ha consumido.
3. Etapa crítica: el consumo de alcohol es extremo y comienzan a experimentarse las primeras consecuencias graves en algún área de funcionamiento de la persona (trabajo, estudios, familia, pareja, salud, legalidad, etc.). Normalmente se aprecia que el consumo se expande y complementa con otras sustancias (tabaco, marihuana, cocaína, benzodiazepinas, etc.) Consumir alcohol se vuelve la prioridad en las actividades de la persona, dirigiendo la mayoría de sus recursos, tiempo y pensamientos en el próximo consumo. La mayoría de los diagnósticos clínicos asociados a dependencia al alcohol se establecen en esta etapa.
4. Etapa crónica: La intoxicaciones por alcohol son tan frecuentes y prolongadas en el tiempo que la persona comienza a desarrollar Síndrome de Abstinencia por Alcohol (DSM V), un cuadro de salud sumamente grave, doloroso y desesperante que se produce cuando no hay alcohol suficiente en la sangre, lo que le lleva a realizar esfuerzos intensos y desesperados por volver a consumir para evitar el intenso malestar de la abstinencia. Muchas personas en esta etapa han fracasado reiteradas veces en sus intentos de controlar el consumo y normalmente sus relaciones familiares se encuentran muy deterioradas y lastimadas.
Las patologías de salud mental asociadas al consumo excesivo de alcohol son un problema de salud pública en la mayoría de las sociedades modernas, por lo que han sido ampliamente estudiadas y cuentan con efectivos y probados modelos de tratamiento, los cuales implican una evaluación profunda y personalizada de cada persona y esfuerzos combinados desde distintas especialidades de salud para lograr restablecer la salud física y mental de la persona, reparar sus relaciones personales más afectadas, tomar un sentido y propósito de vida que potencie su desarrollo personal y recuperar su funcionalidad y aporte a la vida comunitaria.
Si este artículo te permitió reflexionar sobre tu propio consumo de alcohol o conoces a alguien que te preocupe por sus conductas de consumo, recuerda que se trata de un cuadro de salud mental ampliamente conocido, el cual es mucho amplio que tener -o no- "voluntad de cambiar", y por lo cual existen tratamientos especializados.
¡Buscar ayuda es siempre un primer gran paso!
Referencias
American Psychiatric Association - APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.). Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Ochoa, E., Madoz, A., & Vicente, N. (2009). Diagnóstico y tratamiento de la dependencia de alcohol. Medicina y Seguridad del Trabajo, 55(214), 26-40
Cabascango, C. (2019). Bienestar psicológico asociado a la motivación de cambio en el proceso de rehabilitación en pacientes con consumo problemático de sustancias. Trabajo de titulación modalidad proyecto de investigación previo a la obtención del Título de Psicóloga Clínica. Universidad Central del Ecuador.