Tanto el estrés como la ansiedad son parte de la respuesta natural del cuerpo al peligro, cuyo objetivo es prepararnos para estar alerta, concentrados y listos para lidiar con la situación. Ambas respuestas son normales, sin embargo, en ocasiones pueden llegar a agobiarnos.
El estrés y la ansiedad son frecuentemente confundidos ya que comparten muchas de las respuestas emocionales y físicas del cuerpo, tales como intranquilidad, tensión, dolores de cabeza, presión sanguínea alta, insomnio, problemas digestivos, etc. No obstante, su diferencia radica en su origen; mientras que el estrés es generado por una causa externa, la ansiedad es la respuesta específica de una persona al estrés, teniendo un origen interno.
El desencadenante del estrés puede ser a corto plazo, como fechas límite para entregar trabajos o peleas con seres queridos, o a largo plazo, como por ejemplo enfermedades crónicas o estar imposibilitado para trabajar.
La ansiedad, por otro lado, se define por preocupaciones excesivas y persistentes que no se van a pesar de la ausencia de un factor estresor, o en situaciones que no son realmente amenazantes. A diferencia del estrés, la ansiedad persiste a pesar de que la preocupación haya pasado, y en casos más graves, puede derivar en trastornos de ansiedad.
Es importante saber identificar y diferenciar signos de estrés y ansiedad. El estrés es un desencadenante común de la ansiedad, y es importante detectar los síntomas a tiempo para prevenir el desarrollo de un trastorno de ansiedad.
Tanto el estrés como la ansiedad leves responden bien a mecanismos de afrontamiento similares tales como la actividad física, dietas nutritivas y una buena higiene del sueño, así como también existen otros mecanismos más específicos tales como:
Tratar de eliminar los estresores: No siempre es posible escapar de una situación estresante o eliminar un problema, pero si se puede intentar reducir el estrés que se siente haciendo cambios tales como dejar de lado alguna responsabilidad, relajar los estándares o pidiendo ayuda.
Cultivar redes de apoyo: Un fuerte apoyo social puede mejorar la resiliencia al estrés, así como brindar apoyo a otros también puede aumentar las emociones positivas y disminuir las negativas.
Meditar: Investigaciones han mostrado que la meditación consciente puede reducir estas respuestas emocionales, funcionando incluso los programas de meditación consciente a corto plazo.
Tomarte un momento en la naturaleza: Estudios realizados en varios países han demostrado que los espacios verdes mejoran el ánimo. Tomarse un momento para observar la naturaleza, incluso en un parque bullicioso en medio de la ciudad, pueden ayudarte a reenfocar y calmar tu mente.
Realizar actividades placenteras: Cuando la vida se vuelve agobiante, las personas suelen abandonar primero sus actividades de ocio para enfocarse en las tareas estresantes, lo que puede llegar a ser contraproducente. Incluso cuando el tiempo es escaso, busque oportunidades para realizar actividades gratificantes como leer, cantar o ver su serie favorita. El humor y la risa pueden beneficiar tanto la salud mental como la física.
Si tu estrés o ansiedad no responde a estas técnicas de manejo, o si sientes que se está viendo afectado tu funcionamiento diario o humor, considera consultar con un profesional de la salud mental, de manera que logres encontrar las herramientas necesarias para afrontar la situación.
En Centro Psicológico Verdán contamos con profesionales comprometidos a ayudarte.
Referencias
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