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¿En qué consisten las crisis de pánico?

¿Has escuchado alguna vez hablar de las crisis de pánico? Te invitamos a leer el siguiente artículo para que conozcas más sobre ellas.


Las crisis de pánico se van a entender como episodios de temor o malestar intenso que aparecen de forma repentina y abrupta, acompañados por síntomas físicos y cognitivos y que alcanzan su máxima expresión en minutos, teniendo una breve duración. Ocurren sin un detonante evidente o en momentos inesperados.

Algunas sensaciones internas que las caracterizan son: palpitaciones, elevaciones de la frecuencia cardiaca, opresión en el pecho, sudoración en manos o pies, temblores en manos o piernas, dificultad para respirar, sensación de ahogo, sofocaciones, dificultad para tragar, mareos o sensación de desmayo, náuseas o malestar abdominal, miedo a perder el control, miedo a morir, a hacer el ridículo o a “volverse loco”, entre otros.


¿Qué le pasa a nuestro cuerpo cuando experimentamos una crisis de pánico?


Cuando el cerebro percibe un peligro, ya sea real o imaginario, inmediatamente se pone en marcha el sistema de alarma: se activa una parte del sistema nervioso que genera una serie de cambios fisiológicos que preparan al organismo para afrontar el peligro y huir.


Entonces, nuestro cuerpo experimenta:

  1. Liberación de adrenalina y noradrenalina: Producen una sensación de nerviosismo e inquietud.

  2. Aumento de la frecuencia cardiaca: Similar a una taquicardia, favorece la irrigación sanguínea hacia los músculos, con lo que resultaría más fácil atacar o huir.

  3. Hiperventilación: Se inhala una mayor cantidad de aire, aumentando la cantidad de oxígeno en la sangre.

  4. Concentración de la sangre en ciertas áreas del cuerpo, en la que pudiese ser más necesaria frente a una situación de peligro. Por tanto, quedan otras zonas con menos cantidad de sangre, pudiendo dar lugar a temblores y hormigueos.

  5. Dilatación de las pupilas: De esta forma, el organismo se prepara para detectar mejor cualquier estímulo que pudiera ser peligroso.

  6. Sentir miedo y querer huir.


Teniendo esto en consideración, ¿cómo sería el círculo vicioso del pánico que da lugar a la crisis?


Las crisis de pánico se producen cuando se activa el sistema de alarma, sistema que tiene como objetivo ponernos a salvo frente a una situación que pone en peligro nuestra supervivencia. Sin embargo, en las crisis de pánico se activa el sistema de alarma sin que exista un peligro real, se trataría entonces de “falsas alarmas”. Estas alarmas se activan porque se evalúan como peligrosas ciertas sensaciones internas (ej: palpitaciones, taquicardia, opresión en el pecho, etc.) que, en realidad, no pueden causar ningún peligro. Estas sensaciones, típicas de la ansiedad, tienden a alcanzar mayor intensidad cuando son interpretadas de forma catastrófica. Por tanto, las interpretaciones catastrofistas se fundan en la creencia de que las sensaciones internas son peligrosas, y que al experimentarlas se está al borde de la muerte o de la pérdida de control. Al notar estas sensaciones, la persona piensa que le va a pasar algo terrible, por lo que aumenta el nerviosismo y, como consecuencia, aumentan también las sensaciones internas. El aumento de estas sensaciones suele ser interpretado como “prueba” de que algo malo está pasando, con lo que aumenta aún más la ansiedad y se activa con mayor fuerza el sistema de alarma, dando lugar al círculo vicioso que desencadena el pánico.


Como consecuencia de la creencia de que las sensaciones experimentadas en las crisis son peligrosas, se intentará evitar este tipo de sensaciones en cuanto aparezcan. No obstante, como en realidad no existía ningún peligro real, todas las conductas dirigidas a la evitación tendrán como resultado la reafirmación de las falsas interpretaciones catastrofistas que son la raíz del problema. En otras palabras, si bien las conductas de evitación a corto plazo reducen la ansiedad, a largo plazo impiden comprobar que las sensaciones temidas no producen ningún daño.


Las crisis de pánico pueden afectar el funcionamiento diario, siendo vividas con angustia y desesperación por quienes las experimentan, sobre todo cuando ocurren frecuentemente y nos impiden realizar actividades con normalidad. Por ello, detectarlas a tiempo por un profesional de la salud mental y realizar un tratamiento eficaz y oportuno se vuelve fundamental.


A continuación te recomendamos un ejercicio que resulta de utilidad al momento de experimentar altos niveles de ansiedad o una crisis de pánico:


Respiración diafragmática lenta:


Paso 1: Ponemos una mano en el pecho y otra sobre el estómago para tener la certeza de que llevaremos el aire hacia el abdomen (a la parte de abajo de los pulmones) sin mover el pecho.

Paso 2: Inhalamos lentamente, mientras contamos del 1 al 5 en nuestra mente y llevamos el aire hacia abajo, hinchando el abdomen sin mover el pecho.

Paso 3: Retenemos el aire en esa posición mientras contamos mentalmente del 1 al 5.

Paso 4: Soltamos lentamente el aire mientras cuentas mentalmente del 1 al 5.


Este ejercicio puede ayudar a aumentar la sensación de autocontrol y autoeficacia debido a que permite ejercer control sobre las sensaciones internas y estado de ansiedad.


Referencias:

Barlow, D. H. (2018). Manual clínico de trastornos psicológicos: Tratamiento paso a paso. Editorial El Manual Moderno.

Puerto, A. G., García-Sancho, J. C. M., & Soler, C. L. (2009). Tratamiento cognitivo-conductual grupal del trastorno de pánico con o sin agorafobia en un centro de salud mental público. Revista de psicopatología y psicología clínica, 14(2), 79-93.

Roca, E. (2005). Cómo superar el pánico (con o sin agorafobia). Valencia: Ediciones ACDE.



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