El duelo es un proceso de adaptación que experimenta una persona como consecuencia de una pérdida significativa, ya sea de una persona querida, de un animal, de un objeto, una etapa o un evento significativo. El duelo se concibe como el proceso de despedida. Es una vivencia que supone dolor y sufrimiento, que necesita ser compartida, acompañada y respetada.
Existen distintos tipos de pérdidas:
Pérdidas relacionales: Muertes de seres queridos (humanos o mascotas), términos de relaciones de pareja o de amistades, abandonos, migraciones, cambios de colegio o de casa, entre otros.
Pérdidas intrapersonales: Enfermedades limitantes, pérdida de partes del cuerpo, pérdida de estatus, cambios de aspectos asociados a la identidad, pérdida de trabajo, etc.
Pérdidas materiales: Pérdida de bienes o de posesiones, pérdida de objetos materiales con valor simbólico, etc.
Pérdidas evolutivas: Cambios asociados a etapas del ciclo vital: jubilación, adolescencia, “nido vacío”, menopausia, andropausia, entre otros.
Cuando se transita un período de duelo, se ponen en marcha distintas reacciones fisiológicas, conductuales, cognitivas y afectivas. Si bien no existe una forma correcta de vivir un duelo, suelen expresarse manifestaciones sintomatológicas generales. Hay personas que experimentan uno o varios de los síntomas que se describen a continuación:
Manifestaciones sintomatológicas asociadas al duelo:
Fisiológicas: Sensación de opresión en el pecho, vacío en el estómago, problemas gastrointestinales, debilidad muscular, falta de aire, falta de energía, dolor de cabeza, sequedad bucal, palpitaciones, hipersensibilidad al ruido, entre otros.
Conductuales: Alteraciones del sueño, llanto, alteraciones del apetito, afectaciones en el rendimiento laboral o escolar, evitar recordar al fallecido, guardar objetos relacionados con la persona que falleció, visitar lugares que frecuentaba el fallecido, conducta distraída, aislamiento.
Cognitivas: Incredulidad, preocupación, dificultades en la concentración, atención y memoria, pensamientos e imágenes recurrentes, condiciones, alteraciones en la percepción del tiempo, alucinaciones visuales o auditivas, entre otros.
Afectivas: Tristeza, culpa, ansiedad, rabia, sentimientos de soledad, de abandono y/o de vacío, alivio, desesperanza, miedo, insensibilidad, apatía, abatimiento, impotencia o indefensión, anhelo, fatiga.
Al momento de afrontar un duelo, se ponen en juego las creencias culturales y mitos relacionados a la muerte, afectando los procesos de asimilación y elaboración. Algunos mitos asociados al duelo son:
El duelo se resuelve en un año: El duelo es un proceso único y dinámico, no es una experiencia lineal ni ordenada, por lo que es un proceso diferente para cada persona y para cada pérdida.
Quien más llora es quien más dolor tiene: Cada persona reacciona de distinta manera ante la pérdida de un ser querido. De esta manera, el duelo no se manifiesta exclusivamente por medio de la tristeza o del llanto. Existen distintas formas de vivir el duelo puesto que cada persona es única.
Seguir adelante con la vida significa que se está olvidando a la persona que murió: Algunas personas descubren que seguir adelante con sus vidas incluye encontrar maneras simbólicas de seguir conectado a la persona que murió. Continuar con la vida personal no significa traicionar a quien falleció.
Es mejor no preguntar acerca de la pérdida: Tener la posibilidad de conversar respecto a la pérdida, puede reducir el dolor y sus manifestaciones asociadas. Cuando la persona cuenta con un espacio para ser escuchada y contenida, logra experimentar la sensación de desahogo y alivio. Algunas alternativas son: realizar preguntas abiertas, o bien compartir recuerdos propios sobre la persona que murió. De todas maneras, es importante respetar si la persona doliente no desea conversar en ese momento y prefiere otras formas de apoyo.
Lo mejor que puede hacer una persona en duelo para recuperarse, es “pasar la página” y orientarse a la vida: Ignorar los sentimientos relacionados a la pérdida, puede traer distintas dificultades a mediano o largo plazo. Sentirse triste, asustado o con rabia, son reacciones naturales ante la pérdida de un ser querido. Hay momentos para experimentar la pérdida y otros para enfocarse en las tareas cotidianas.
Si estás transitando un proceso de duelo, te recomendamos contar con espacios que promuevan la expresión de tus emociones y contactar a tus redes de apoyo para conversar sobre la pérdida, distraerte o ser contenido por ellos. Asimismo, es fundamental para el autocuidado mantener rutinas, alimentación adecuada, dormir adecuadamente para favorecer un descanso reparador.
Si bien el duelo es un proceso normal que surge como respuesta ante la pérdida, cuando sus manifestaciones se vuelven intensas y se sostienen en el tiempo, dificultando la elaboración del proceso, es importante acudir a buscar ayuda con un profesional. Algunas señales que pudiesen servir de alerta serían: Intensos sentimientos de culpa, desesperación extrema, manifestaciones o intenciones de autoagredirse o atentar contra la propia vida, consumo de sustancias, conducta agresiva o impulsiva, sensación constante de estancamiento, certeza de que la persona fallecida sigue viva.
Referencias:
Díaz, P., Losantos, S., & Pastor, P. (2014). Guía de duelo adulto para profesionales socio-sanitarios. Fundación Mario Losantos del Campo.
Fondo de las Naciones Unidas por la Infancia (UNICEF). (2020). Duelo: Manual de Capacitación para Acompañamiento y Abordaje de Duelo.
Morer, B., Alonso, R. & Oblanca, M. (2017). El duelo y la pérdida en la familia. Revisión desde una perspectiva relacional. Revista Redes, (36), 11-24.
Zunino, D. (2023). Pérdida y duelo: un acercamiento integral. Clínica Psicológica UDP. https://clinicapsicologica.udp.cl/cms/wp-content/uploads/2023/04/Perdida-y-Duelo-Daniella-Zunino-Escala.pdf