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Ps. Catalina Munay Lopez

Depresión perinatal: Factores de riesgo y efectos adversos en el bebé


La depresión perinatal se define como la alteración en el estado del ánimo que se presenta en la madre durante el embarazo o con posterioridad al parto. En Chile, un 30% de las mujeres embarazadas presentan síntomas inespecíficos de depresión y/o ansiedad, mientras que un 10% de mujeres gestantes desarrollan depresión clínica (Olhaberry et al., 2015). La literatura señala, que cuando las mujeres desarrollan un cuadro depresivo durante el embarazo, aumentan las probabilidades de mantenerlo después del nacimiento del bebé (Olhaberry, et al., 2015). Es decir, cursar un episodio de depresión durante la gestación, se constituye como un factor de riesgo para el desarrollo de la depresión postnatal. Dado que la depresión perinatal constituye un problema de salud relevante, en Chile, se recomienda iniciar el tratamiento de la depresión durante el embarazo con intervenciones individuales, familiares y grupales, para disminuir la probabilidad de que el cuadro se agudice durante el primer año de maternaje (Miranda et al., 2017).


La depresión perinatal, presenta características comunes con los cuadros de depresión desarrollados en otras etapas de la vida; no obstante, su principal diferencia radica en los efectos negativos que puede tener en la madre, en el bebé, y en el posterior desarrollo del apego infantil (Olhaberry et al., 2013). Durante este periodo, usualmente, el contenido temático de la depresión se asocia al hecho de tener un hijo/a (Rodríguez et al., 2016 y Miranda et al., 2017).

La sintomatología se caracteriza por la presencia de sentimientos de culpa y de soledad, sentimientos de inadecuación, ansiedad, labilidad emocional, llanto recurrente, irritabilidad, fatiga, trastornos del sueño, aumento o disminución del apetito, además de creencias negativas en cuanto a las propias capacidades parentales, rechazo al embarazo, al bebé o a encargarse de su cuidado.

Algunos de los factores de riesgos que inciden en el desarrollo de depresión perinatal son:

1. Factores de riesgo individuales:

  • Episodios de depresión previos

  • Depresión durante el periodo gestacional

  • Embarazo no deseado

  • Adversidad temprana

  • Consumo de alcohol y otras drogas

  • Alto estrés en la crianza

2. Factores de riesgo familiares:

  • Problemas de pareja

  • Violencia intrafamiliar

  • Tener 3 o más hijos/as

  • Percepción de apoyo social ineficaz o insuficiente

  • Bajo apoyo de la familia de origen

3. Factores de riesgo contextuales:

  • Nivel socioeconómico bajo

  • Bajo apoyo social

  • Crisis sociales

  • Complicaciones obstétricas durante el embarazo o en el parto

  • Violencia obstétrica



La depresión materna durante el periodo perinatal, impacta negativamente al infante, ya que su desarrollo neuronal se ve afectado tanto por el contexto en el que se encuentra, como por las experiencias cotidianas con sus cuidadores (Olhaberry et al., 2013).


A nivel biológico, hay un aumento de los niveles de cortisol en el feto, lo que incrementa la cantidad nacimientos prematuros o post-maduros, dificulta el crecimiento del bebé y aumenta la frecuencia de bebés nacidos con bajo peso (Olhaberry et al., 2015). A su vez, esto se asocia con problemas de salud en el niño/a, quien posteriormente puede desarrollar un temperamento más reactivo frente a estímulos, además de problemas conductuales y adaptativos en la edad pre-escolar (Olhaberry et al., 2013). De la misma forma, al haber mayor presencia de afectos negativos, aumenta la propensión a tener psicopatologías y trastornos del ánimo en las distintas etapas del ciclo vital (Olhaberry et al., 2015).

La calidad de la interacción madre-bebé, también se ve afectada negativamente por la depresión materna. Las investigaciones dan cuenta de mayor frecuencia del llanto, evitación del contacto visual por parte del bebé, además de baja frecuencia de afectos positivos y sincronía en las madres (Olhaberry et al., 2015). Bajo esta lógica, hay una incidencia sustantiva en el apego infantil. En específico, para desarrollar un apego seguro, el bebé requiere contar con un cuidador sensible, que responda de manera sincrónica en la interacción, no logrando las madres deprimidas desplegar este repertorio (Olhaberry et al., 2013). En otras palabras, cuando una madre está cursando un cuadro de depresión perinatal, no cuenta con suficientes recursos emocionales para atender adecuadamente al bebé; por un lado, disminuye su capacidad de sensibilización hacia el infante, lo que dificulta tanto la interpretación de sus necesidades, como la respuesta contingente a las mismas. Por otro lado, se reduce su función mentalizadora del mundo interno del bebé, afectando la comprensión de sus estados emocionales, la contención y la capacidad de ponerlos en palabras. Dada esta disminución en sus competencias parentales, el bebé internaliza una figura de apego contradictoria, afectando el vínculo y aumentando la prevalencia de desarrollar un apego inseguro, asociándose a mayores niveles de ansiedad o evitación posteriores que pudiesen acompañar a lo largo de la vida.


En cuanto a la regulación emocional, el bebé no tiene la capacidad de autorregularse emocionalmente, por lo que requiere de un adulto para lidiar con sus emociones y volver al estado de calma (co-regulación). Cuando la madre está cursando un episodio de depresión y no sintoniza con el bebé, la función de co-regulación emocional para internalizar la experiencia de malestar falla. Así, el infante internaliza una figura de apego desregulada, lo que incrementa sus propios episodios de desregulación emocional y dificulta su retorno a la calma. La presencia de desregulación emocional, se relaciona con mayor prevalencia del desarrollo de psicopatologías en el ciclo vital que tienen a la base deficiencias en la habilidad de autorregulación emocional y conductual. Ahora bien, la presencia de otra persona significativa con una adecuada salud mental, ya sea el padre u otro familiar, contribuye a la resolución de aspectos disfuncionales en la interacción diádica entre la madre deprimida y su hijo/a. Esta experiencia favorece la regulación emocional del infante, ayudando a reducir el estrés y la tensión, pudiendo constituirse como un factor protector en relación a la psicopatología infantil.


Contar con una detección temprana y con un tratamiento adecuado frente a la depresión perinatal, es fundamental si se tiene como objetivo el bienestar tanto de la madre como del bebé. En estos casos, la recomendación es consultar con un especialista en salud mental e iniciar un proceso psicoterapéutico que integre tanto la disminución de la sintomatología depresiva en la madre, como la construcción de un vínculo positivo con el bebé. A nivel general, algunas recomendaciones de utilidad serían: activar redes de apoyo, fomentar la crianza compartida con la familia, fortalecer la co-parentalidad y distribución equitativa de tareas con la pareja, acoger la expresión emocional, no potenciar la culpa y ayudar a identificar las necesidades del bebé.




Referencias:

- Miranda, Á., Olhaberry, M., y Morales, I. (2017). Intervención grupal en embarazadas: respuestas diferenciales de acuerdo al tipo de depresión y patrón de apego. Psykhe (Santiago), 26(1), 1-17.

- Olhaberry, M., Escobar, M., San Cristóbal, P., Santelices, M., Farkas, C., Rojas, G., y Martínez, V. (2013). Intervenciones psicológicas perinatales en depresión materna y vínculo madre-bebé: una revisión sistemática. Terapia psicológica, 31(2), 249-261.

- Olhaberry, M., Escobar, M., Mena, C., Santelices, P., Morales-Reyes, I., Rojas, G., y Martínez, V. (2015). Intervención grupal para reducir la sintomatología depresiva y promover la sensibilidad materna en embarazadas chilenas. Suma psicológica, 22(2), 93-101.

- Rodríguez-Muñoz, M., Olivares, M. , Izquierdo, N., Soto, C., y Huynh-Nhu, L. (2016). Prevención de la depresión perinatal. Clínica y Salud, 27(3), 97-99.



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