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Conductas autolesivas



Las conductas autolesivas se entienden como actos voluntarios, intencionales y directos destinados a generar daño físico inmediato en la superficie del propio cuerpo, sin tener la intención suicida. Estudios clínicos y poblacionales estiman el inicio de estas conductas entre los 10 y 15 años, teniendo una mayor prevalencia en adolescentes mujeres. Las investigaciones comprenden que las autolesiones cumplen una función catártica, es decir, reducen una emoción desagradable e intolerable, tal como la angustia, rabia o frustración. Así mismo, las autoagresiones pueden tener una función reintegrativa, en la que se busca experimentar sensaciones físicas ante profundos sentimientos de vacío. Este tipo de conductas también tiene una función expresiva, por medio de la cual la persona que se agrede lo realiza como un acto deliberado que busca comunicar el sufrimiento que está experimentando y pueda movilizar a su entorno.


Aun cuando es posible comprender las funciones que cumplen las autoagresiones, es necesario considerar la gravedad de este tipo de conductas y que requieren atención especializada. En poblaciones clínicas, se estima que el 21% de los adultos/as y el 30 a 40% de los adolescentes que requieren hospitalización psiquiátrica es por consecuencia de alguna conducta autolesiva. Uno de los principales riesgos de las autoagresiones, es que pueden cronificarse y evolucionar hacia otras formas de daño autoinfligido como son los intentos de suicidio. En este sentido, se encuentra que entre el 33 y el 37% de los adolescentes que realizan conductas autolesivas, también reporta al menos un intento de suicidio en el último año, siendo las conductas autoagresivas potentes predictoras de intentos de suicidio o suicidio consumado. De esta manera, es primordial tener en consideración que el riesgo suicida es más elevado durante los primeros 6 meses luego de un episodio de autoagresión.


Si bien las conductas autolesivas sin intención suicida pueden parecer similar a conductas asociadas a un intento de suicidio, a diferencia de estos, las autoagresiones tienen un impacto inmediato, de corta duración, y la conducta se puede repetir varias veces hasta lograr el efecto deseado. La autolesión no tiene el objetivo de terminar con la vida, sino que, como se señaló anteriormente, es un intento de mantener controladas las emociones displacenteras y afrontar aquello que el individuo está experimentando. De la misma manera, las conductas autoagresivas tienden a presentarse repetitivamente. A pesar de las diferencias entre las conductas autolesivas y los intentos de suicidio, ambas conductas pueden presentarse conjuntamente.


Factores de riesgo para el desarrollo de conductas autolesivas:


  • Tener un trastorno de salud mental y encontrarse sin tratamiento psicológico ni psiquiátrico

  • Contar con insuficientes estrategias de resolución de conflicto

  • Tener dificultades en la expresión y regulación emocional

  • Haber vivido experiencias traumáticas, tales como exposición a violencia intrafamiliar, violencia contextual o violencia social.

  • Haber experimentado diferentes formas de trauma interpersonal: Estilos violentos de crianza, experiencias de abandono, maltrato físico o psicológico durante la niñez, negligencia emocional de padres o cuidadores, antecedentes de abuso sexual durante la infancia o adolescencia, bullying.

  • Tener un consumo problemático de sustancias

  • Contar un baja autoestima o un concepto negativo de sí mismo

  • Soledad

  • Aislamiento


¿Cuáles son las presentaciones clínicas?


  1. Conductas autolesivas mayores: Suelen ser infrecuentes. Generan grave daño a nivel de los tejidos. Su aparición es repentina e impulsiva. Alrededor del 75% ocurre durante episodios psicóticos. También puede aparecer en trastornos del ánimo graves, intoxicaciones, encefalitis y trastornos de personalidad severos.

  2. Conductas autolesivas estereotipadas: La severidad del daño es moderado, tiene una frecuencia repetitiva y un patrón de presentación que tiende a ser rígido e inflexible. Abarca golpes de cabeza repetitivos, morder los labios, lengua, mejillas y manos, rasguños en la piel, y se tiran el cabello.

  3. Conductas autolesivas compulsivas: La intensidad del daño es leve a moderada, tiene una frecuencia repetitiva y patrón compulsivo. Conductas repetitivas como rascarse reiteradamente la piel y producir excoriaciones, morderse las uñas, tirar el cabello.

  4. Conductas autolesivas impulsivas: Son las más frecuentes. La severidad del daño es de leve a moderado y se presentan ocasionalmente. Abarca cortarse la piel, hacerse quemaduras e introducir objetos punzantes bajo la piel. En algunos casos, pueden ser autoagresiones impulsivas episódicas, en las cuales existe un temor constante por dañarse a sí mismo. La persona intenta resistirse a los impulsos autolesivos, pero fracasa de forma recurrente. En estos casos, se aprecia un aumento en la tensión previa a autolesionarse y alivio posterior a la ejecución de la lesión.


¿Qué motiva la conducta autolesiva?


Existen modelos que intentan explicar las razones que motivan a las personas a generarse lesiones. Estos son:


  1. Modelo de la regulación de los afectos: Comprende que las autolesiones son estrategias para aliviar afectos negativos agudos e intensos. Desde esta propuesta, se estima que ambientes invalidantes durante la infancia dificultan el desarrollo de estrategias apropiadas de afrontamiento del estrés emocional. Por esto, quienes se han desarrollado en este tipo de ambientes y tienen la predisposición genética hacia la desregulación emocional, pueden utilizar las conductas autolesivas como una forma para regular aquellos afectos desagradables que le resultan intolerables.

  2. Modelo de la disociación: Este modelo entiende a las autoagresiones como una respuesta ante estados de disociación, despersonalización o desrealización. Este estado displacentero puede precipitar autoagresiones con el objetivo de reconectarse con el sentido de sí mismo y con la propia corporalidad por medio del dolor.

  3. Modelo de conducta suicida alternativa: Desde esta propuesta, la conducta autolesiva sería un intento de resistirse al deseo de atentar contra la vida. Es decir, generar una lesión sería una forma alternativa de expresar pensamientos y sentimientos autodestructivos, sin el riesgo directo de morir.

  4. Modelo de influencia interpersonal: Comprende que la conducta autolesiva sería usada para influir sobre las conductas, afectos y decisiones de otras personas significativas. En este sentido, las autolesiones deberían ser comprendidas como una voz de alarma, un medio para evitar el abandono o un intento por ser valorado.

  5. Modelo de los límites interpersonales: Sostiene que el sujeto que no ha desarrollado un sentido de identidad integrado y presenta dificultades para separarse de objetos significativos. Desde ahí, la autolesión le permitiría distinguir concretamente su identidad física de los otros para afirmar su autonomía.

  6. Modelo del castigo: En este modelo se plantea que aquellas personas que crecieron en ambientes tempranos adversos, aprenden que tanto el castigo como la invalidación son aceptables y necesarios para moldear comportamientos. Por ello, autolesionarse sería una conducta de autocontrol dirigida a incentivar y mantener comportamientos deseables colectivamente. De esta manera, la autolesión sería vivida de manera coherente con las necesidades, valores y objetivos del individuo.

  7. Modelo de búsqueda de sensaciones: Va a entender que el individuo se realiza autolesiones como una forma de buscar activamente emociones intensas que necesita experimentar para sentirse conectado con la vida. Estas conductas se caracterizan por ser repetidas adictivamente ya que generan sensaciones límites que son placenteras y a la vez dolorosas.

Las autolesiones son conductas que representan un peligro para quienes las realizan, generando importantes interferencias en el desarrollo y calidad de vida tanto de la persona como de su entorno más cercano. Por ello, es importante que se cuente con una deteccion temprana y con un tratamiento eficaz en salud mental.


Referencias

Villarroel G, J., Jerez C, S., Montenegro M, M. A., Montes A, C., Igor M, M., & Silva I, H. (2013). Conductas autolesivas no suicidas en la práctica clínica: Primera parte: conceptualización y diagnóstico. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 51(1), 38–45.

Zhang, J., Song, J., y Wang, J. (2016). Adolescent self-harm and risk factors. Asia-Pacific Psychiatry, 8: 287–295. DOI: 10.1111/appy.12243

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