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La adolescencia es una etapa de diversos cambios a nivel biológico, sociocultural y psicológico. Muchas veces estos cambios se viven con dificultades, generando que esta población busque en las autolesiones diferentes funciones y fines. En esta etapa vital, los vínculos con los pares van tomando mayor peso y también se va transcurriendo en la construcción identitaria. Todo ello de la mano de la creciente autonomía que van adquiriendo los/as adolescentes.
Las autolesiones han tenido un preocupante aumento desde la pandemia. En general las autolesiones no tienen una intención suicida, aunque en algunos casos, la dificultad para poder parar esta conducta puede llevar a resultados no deseados. No obstante, se ha encontrado una marcada correlación entre la presencia de autolesiones y otros diagnósticos como trastornos de ánimo o de personalidad (Castro, 2014).
En otros casos, la conducta aparece como una estereotipia, lo que es característico de los trastornos neurológicos. También, en ocasiones la conducta engloba un patrón de compulsión, apareciendo como actos casi automáticos. Las autolesiones también pueden ser motivadas por impulsos, lo que tiende a ir acompañado de un rechazo hacia esta conducta siendo difícil controlarla (Villarroel et. al, 2013). En general, las autolesiones pueden oscilar entre factores ligados a patologías psiquiátricas hasta una forma de expresión o estrategia de regulación emocional.
¿Qué son?
Las autolesiones son formas deliberadas de realizarnos daño sin tener como fin el suicidio (Villarroel et. al, 2013). La forma más frecuente y popularizada es a través del cutting, la cual consiste en cortes en la piel, principalmente en brazos, muñecas y piernas. Otras formas de autolesión pueden ser a través de quemaduras de diverso tipo, golpes hacia uno mismo, entre otras. No son consideradas un diagnóstico en sí mismas, sino que son criterios de algunos cuadros o trastornos psicológicos o un fenómeno clínico (Flores-Soto, Cancino-Marentes y Figueroa, 2018). Méndez, Fuster, Tapia y López (2021) nos cuentan que el inicio de esta conducta oscila en una media de 12-15 años, siendo mas frecuente en mujeres.
Conductas como excesos de consumo de sustancias, no son consideradas autolesiones, ya que si bien generan daño en la persona que las realiza, su propósito principal va más por la línea de la obtención de placer o evasión.
¿Por qué generarnos daño?
Durante momentos de agobio emocional, los/as adolescentes pueden ver en el acto de infringirse daño un alivio momentáneo para afrontar la situación que los aqueja (Villarroel et. al, 2013). Por lo mismo, se puede considerar como una estrategia adoptada por la persona cuando no tiene más formas herramientas o formas de adaptarse frente a la situación. Se puede entender como una forma de distanciarse del dolor psicológico a través del dolor físico, un plano donde el/la adolescente adquiere mayor grado de control sobre la situación.
En ambientes invalidantes o de constantes conflictos en la familia, se tiende a tener dificultades en la búsqueda de estrategias de regulación emocional adecuadas. En ese sentido, haber crecido en un ambiente familiar complejo marcado por violencia intrafamiliar, abuso, dificultades económicas se vuelve un factor de riesgo haciendo a la persona susceptible a realizarse autolesiones. Estas conductas son más frecuentes en mujeres y en personas pertenecientes a disidencias sexuales (Villarroel et. al, 2013).
Conterio (en Flores-Soto, Cancino-Marentes y Figueroa, 2018) explica que la autolesión puede tener 2 propósitos: uno analgésico y otro comunicativo. El primero guarda relación con la capacidad de eludir el dolor psicológico y la obtención de tranquilidad/alivio posterior a la autolesión. En el segundo el/la adolescente busca poder expresar algo a su entorno o a sí mismo/a por medio de la conducta.
En su manifestación encontramos diversos tipos de factores. En lo asociado a lo biológico, Flores-Soto, Cancino-Marentes y Figueroa (2018) hablan de la disminución de neurotransmisores, específicamente de serotonina o neurotransmisores opioides, ligado a dificultades en la regulación emocional y la paliación del dolor. Esto tiende a aparecer en otros trastornos del ánimo y de la personalidad, por lo que requiere una minuciosa evaluación.
En relación a factores psicológicos podemos encontrar escasez de estrategias de resolución de conflictos, autoestima disminuida, apreciaciones de si mismo/a negativas y dificultades en la expresión y regulaciones de las emociones. Sobre los factores sociales, la soledad y el aislamiento se perfilan como puntos relevantes. Las dificultades para relacionarse con sus pares, estrés académico y traumas ocurridos en la infancia o recientemente también son focos de atención (Flores-Soto, Cancino-Marentes y Figueroa, 2018).
Otras motivaciones se pueden asociar a respuestas a estados de disociación como un intento por conectar con el cuerpo (más usual en pacientes con esquizofrenia). También pueden presentarse como una salida alternativa a la ideación suicida, conductas de supresión al cuerpo debido a descontento con éste (común en Trastornos de la conducta alimentaria) y una forma de generar influencia en su entorno (Villarroel et. al, 2013). Esto último nos lleva a la siguiente pregunta:
¿Son un llamado de atención?
Imagen de Centro Bonanova
Últimamente se han popularizado frases como que los cortes son una moda o que son conductas que se aprenden tanto en la televisión, en la escuela o de las películas. Si bien ha habido mayor representación de adolescentes que se autolesionan en las pantallas, esto no implica en absoluto que sea una moda.
Reducir una problemática seria a un estatus de pasajero y del momento, genera más estigmatización y tabúes a hablar del tema. Cuando por su mismo carácter de sufrimiento en solitario, es necesario que se tenga que hablar de las autolesiones. Siempre desde una mirada amplía, cautelosa y preventiva.
Hablar sobre autolesiones no generará mayor cantidad de adolescentes que se dañen a sí mismos. Por el contrario, hablar del tema abre una puerta para que los jóvenes puedan expresar con mayor confianza sus inquietudes, inseguridades y revelar situaciones de sufrimiento personal por las que atraviesen. Volviendo sobre el propósito comunicativo de la autolesión, es importante escuchar lo que los/as adolescentes nos quieren comunicar.
¿Cómo abordarlas?
Si bien comentamos que son estrategias adoptadas por los/las adolescentes, esto no significa que no representan conductas de riesgo a la que hay que atender e intervenir con rapidez y tacto. La principal causa por la que se recurre a que la persona se auto infrinja daño es porque no conoce formas más adecuadas de gestionar sus emociones y sus dolores. Por lo mismo, nuestra principal línea de acción debe ir orientada en la educación emocional, tanto en el reconocimiento de las emociones como en formas sanas de expresarlas.
Todo esto debe ir aparejado con un clima de confianza y protección, en el que la persona sufriente no tenga reparos a poder expresarse libremente. Se sugiere evitar comentarios que aumenten el nivel de culpa que pueda sentir la persona, aunque esto impliquen una preocupación por parte del/a adulto/a. Por lo mismo, palabras como “¿Pero por qué no confiaste antes para hablar? o “¿Qué necesidad hay de hacerte daño si eso no arregla tu problema?” dificultan que el/la adolescente vea en nosotros/as un/a confidente y una figura de apoyo.
En cuanto a medidas a mediano y largo plazo, la psicoterapia se perfila como el principal aliado para que el/la adolescente pueda adquirir mejores estrategias de afrontamiento y logre sanar heridas internas que lo mantienen en un estado de sufrimiento. Se recomienda y sugiere a que las familias puedan ser parte del proceso de los jóvenes ya que el apoyo familiar es fundamental para atravesar distintos pesares. De igual forma, los padres pueden sufrir profundamente por no tener las herramientas necesarias para ayudar a sus hijos/as, por lo cual en el espacio terapéutico también se da cabida a la psicoeducación para padres y cuidadores, siendo de esta forma un abordaje integral al malestar del adolescente.
Referencias
Castro, J. (2014). Autolesión no suicida en adolescentes peruanas: Una aproximación diagnóstica y psicopatológica. Revista de Neuro-Psiquiatría, 77(4), 226-235. Recuperado de http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-85972014000400005&lng=es&tlng=es.
Flores-Soto, M., Cancino-Marentes, M. y Figueroa, M. (2018). Revisión sistemática sobre conductas autolesivas sin intención suicida en adolescentes. Revista Cubana de Salud Pública, 44(4), 200-216. Recuperado de https://www.scielosp.org/article/rcsp/2018.v44n4/200-216/es/#
Méndez, P., Fuster, J., Tapia, A. & López, J. (2021). CONDUCTAS SUICIDAS Y AUTOLESIONES EN UNA MUESTRA CL NICA DE ADOLESCENTES CHILENOS. Interciencia, 46(12), 455-461. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=33969944003
Villarroel, J., Jerez, S, Montenegro, M., Montes, C., Igor, M. & Silva, H. (2013). Conductas autolesivas no suicidas en la práctica clínica: Primera parte: conceptualización y diagnóstico. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 51(1), 38-45. Recuperado de https://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272013000100006
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