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Envejecimiento Cognitivo Normal y Patológico ¿Cuál es la Diferencia?

Actualizado: 21 jul 2019

La mayoría de las personas vivimos un declive cognitivo normal, generalmente en relación a la memoria, a lo largo de la vida. A medida que el organismo envejece va presentando cierto nivel de deterioro en sus funciones. Por ejemplo, el envejecimiento de huesos y músculos genera mayor lentitud y menos fuerza en los movimientos. Por su parte, el cerebro, como órgano sostenedor de todas las funciones cognitivas, no es la excepción a este deterioro esperable. Anatómicamente, desde el nacimiento hasta los 3 años, el cerebro incrementa 4 veces su peso. Desde ahí comienza un crecimiento lento y sostenido hasta su máximo, alrededor de los 19 años, momento en que pesa 5 veces su peso al nacer. Esto se mantiene estable hasta los 45-50 años, momento en que comienza un lento y progresivo declive de su peso… bastante antes de los 60, 70 u 80 años ¿no les parece?

Veamos a continuación las principales formas de envejecimiento cognitivo que conocemos:

Envejecimiento normal


Muchas personas mayores logran avanzar sus vidas sin apenas mostrar un declive cognitivo que dificulte su capacidad de vivir como lo han hecho siempre, siendo ejemplos de envejecimiento exitoso.

Estudios de neuroimagen en personas mayores demuestran que el cerebro tiene la capacidad de mantener un rendimiento cognitivo igual al de personas jóvenes, involucrando más áreas cerebrales en la realización de la tarea, es decir, el cerebro de la persona mayor ocupa más recursos, a cambio de un mismo rendimiento. Este fenómeno se denomina compensación funcional.

El enlentecimiento del procesamiento de información es uno de los hallazgos más corroborados en el envejecimiento normal. Efectivamente se ha estudiado que las personas mayores toman más tiempo en la realización de una tarea que una persona joven, sin embargo, el resultado final de la tarea alcanza los mismos niveles de éxito y logro.

Respecto a la memoria, es importante entender esta función como un complejo sistema de funciones y no como una habilidad única de “todo o nada”. Efectivamente es normal que las personas mayores experimenten una baja de rendimiento en memoria de trabajo, entendida como la retención de información específica para la realización de una tarea única, por ejemplo, retener durante unos segundos un número de teléfono (sin tener dónde registrarlo) para discarlo de memoria a los segundos después. Sin embargo, la memoria a corto plazo no se ve afectada. Se aprecia un declive normal de la memoria episódica, aquella destinada a rememorar acontecimientos vividos, como una boda hace 40 años, una conversación la semana anterior, etc., sin embargo, la memoria semántica destinada a almacenar conocimiento como definiciones de palabras, hechos históricos, capitales de países, etc., muestra un significativo incremento en las personas mayores.

A nivel afectivo y social se aprecia que las personas mayores desarrollan estrategias de regulación emocional efectivas, desarrollando la capacidad de conocer más variedad de respuestas emocionales en sí mismos, optando por mecanismos de supresión sobre la rumiación del pensamiento, es decir, las personas mayores “saben dar vuelta a la página” en muchas situaciones complejas. En este sentido existe evidencia científica que las personas mayores son capaces de regular sus afectos negativos más efectivamente que los jóvenes, focalizándose de mejor manera en las metas superiores de su comportamiento. Quizás de aquí provenga la idea de que las personas mayores “son más sabias” y en efecto, a muchas personas les hace sentido los consejos de vida que reciben de mayores que les son significativos.

Deterioro cognitivo leve (DCL) y Demencia.


El DCL es uno de los fenómenos clínicos más estudiados del envejecimiento, sobre todo como un posible indicador de posterior evolución neurocognitiva patológica, como la demencia. El DCL es reconocido por la persona que lo desarrolla a partir de una queja inicial, por alguna función cognitiva que causa extrañeza a la persona o a sus más cercanos, generalmente relacionada a la memoria (aunque no es la única función que primero declina). Olvidos frecuentes de cosas, perderse en una ruta conocida, olvidar un alimento en cocción, cambios bruscos de ánimo, entre otras manifestaciones, dan cuenta de un “antes y después” en la persona, que resulta novedoso. Lo relevante de este “declive” es que no altera la función cognitiva general de la persona mayor, permitiendo una independencia aceptable en sus actividades de la vida diaria (bañarse, comer, vestirse, lavarse, ir al baño, entre otras) presentando en ocasiones problemas leves para realizar tareas funcionales más complejas como ir de compras, pagar las cuentas, preparar una comida elaborada, entre otras. Por tanto, podemos decir que se trata de una pérdida cognitiva sin desarrollo de Demencia.

Este fenómeno es particularmente relevante, en tanto existen formas de DCL asociadas a causas no neurocognitivas y, por ende, reversibles. A quién no le ha ocurrido que estando bajos altos montos de estrés comience a experimentar desconcentración, fallas de memoria, incapacidad de iniciar una tarea, o bien, al encontrarnos muy deprimidos por alguna situación, no tengamos la capacidad de “rendir” como estamos acostumbrados a hacerlo. En efecto, las personas mayores experimentan declives cognitivos asociados a otras causas como depresión, ansiedad, estrés, disfunción familiar, excesiva medicación, etc., los cuales, al abordar su causa, desaparecen al corto plazo.

Algunas formas de DCL podrían eventualmente evolucionar hacia una demencia. Por ejemplo, el DCL caracterizado por quejas de memoria episódica y fluidez semántica, ha mostrado con frecuencia ser un factor de riesgo para Demencia por E. de Alzheimer. Por esto, resulta de vital importancia su pronto diagnóstico. Ahora bien, ninguna persona mayor que experimente DCL puede ser diagnosticado con Demencia ya que si bien el DCL es una condición anormal, la evolución concreta no es un fenómeno suficientemente estudiado como para asegurar a la persona que padecerá demencia.


Por su parte, la demencia es un síndrome adquirido por causa orgánica caracterizado por declives en varias funciones cognitivas (memoria, pensamiento, orientación, comprensión, cálculo, aprendizaje, lenguaje, etc.), de carácter crónico y progresivo, que afecta gravemente la independencia de la persona en sus actividades vitales, generalmente acompañado de alteraciones significativas en las habilidades de control emocional, social, conducta y la motivación, conocidos como síntomas psicológicos y conductuales de la demencia.

Así, tenemos que la diferencia fundamental entre DCL y Demencia es si la condición interfiere o no en la capacidad funcional de la persona para realizar sus actividades diarias de manera independiente.

Según la OMS el en el 2010, 35,6 millones de personas en el mundo vivían con demencia. Este número de doblará en 2030 y pasará del triple en 2050. Se estima que hay un caso nuevo de demencia en el mundo cada 4 segundos.

Entre las principales causas de demencia encontramos la Enfermedad de Alzheimer (60-70% de los casos), los accidentes cerebro-vasculares, la demencia con cuerpos de Lewy, entre otras, siendo los límites de estos subtipos no siempre muy claros, coexistiendo en formas mixtas y por tanto presentando diferentes expresiones patológicas.

La demencia no solo afecta a quienes la padecen, sino a que todo su entorno cercano, principalmente la familia. En términos económicos, sociales y de salud, la demencia es una condición extremadamente costosa. Particularmente la situación de la cuidadora principal (en la enorme mayoría de los casos quien cuida a una persona mayor es una mujer), aquella que asume la mayor parte de la tarea de cuidado y apoyo, desde un vínculo cercano de la persona mayor, experimenta una serie de cambios biopsicosociales que al no ser adecuadamente acompañados y asesorados pueden generar el peligro Síndrome de Sobrecarga del Cuidador/a.

La investigación para determinar factores de riesgo de demencia aún se encuentra en etapa inicial, sin embargo, están asociados a aquellos factores que determinan las diferencias mismas del envejecimiento como el estado de salud general, factores hereditarios, el nivel de actividad física y cognitiva, el nivel educativo, factores económicos, sociales, culturales y familiares.

Algunas conclusiones

En base a lo anterior, podemos acordar que durante el envejecimiento no es normal experimentar declives cognitivos, no se debe asumir como “normal” pérdidas de memoria o de otras habilidades por el simple paso de la edad. Esto es de vital importancia, en tanto la falsa creencia de que “por la edad” una persona experimenta estas deficiencias, es una de las principales dificultades para el diagnóstico oportuno de algunas patologías, lo que siempre tendrá un mejor pronóstico de tratamiento.


Por lo anterior, si usted es o conoce a una persona mayor que experimente recurrentes “quejas” sobre alguna de sus funciones cognitivas (olvidos, dificultad para encontrar palabras, falta de concentración, problemas para expresarse, movimientos corporales involuntarios, etc.) la orientación siempre será acudir a un especialista para evaluar el déficit experimentado a fin de pesquisar oportunamente si se trata del desarrollo de alguna condición patológica o bien un cambio cognitivo reversible o que requiera de otras formas de intervención (actividad social, estimulación cognitiva, cambios de alimentación, etc.)

En Centro Psicológico Verdán® contamos con Psicólogo Clínico con amplia experiencia en el campo gerontológico y evaluación psicogeriátrica integral, siendo una opción confiable para evaluar la condición neurocognitiva y psicológica de la persona mayor y su entorno más cercano.

Fuente:

Jurado, Mataró y Pueyo (2013). Neuropsicología de las enfermedades neurodegenerativas. Madrid: Síntesis.

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